miércoles, 8 de diciembre de 2010

Una Nación Católica

8 de diciembre de 2010.

Los cristianos son los más atacados en el mundo. Si se ve objetivamente, en los países occidentales se toleran todas las religiones, pero en algunos países --especialmente en el medio oriente--, está prohibido practicar la religión cristiana, y en los que sí está permitido, hay ataques y a nadie parece importarle.

Finalmente va a ser necesario tener una nación exclusivamente católica en la que los que quieran tener esa religión puedan vivir en paz, sin temor a ser atacados a diestra y siniestra por los medios de comunicación o por el ateísmo oficial, etc.

Ha habido naciones católicas que al pasar el tiempo sufren los embates de "cristianos de izquierda", o "cristianos liberales", que en última instancia se van alejando cada vez más de lo que realmente es ser cristiano. Por eso haría falta una nación donde se cultive libremente y sin ataques un catolicismo tradicional, fiel al Papa y a los obispos y sobre todo fiel a las enseñanzas y espectativas de Jesucristo.

Una nación donde los padres de familia tengan la seguridad de que sus hijos van a recibir una educación realmente católica, sin la perniciosa influencia de una sociedad cada vez más alejada y contraria a los valores del Evangelio.

Precisamente porque la educación no puede ser neutra (o se educa en un sentido o se educa en el sentido contrario, i.e. o se educa en la religión o se educa en el ateísmo), lo que se está imponiendo a las nuevas generaciones en las escuelas públicas es en realidad el ateísmo, el agnosticismo, la indiferencia religiosa, el relativismo.

Es verdad que la religión no fue fundada para vivirla en una "cúpula de cristal", sino para ser la levadura y la sal del mundo, pero al mismo tiempo esa levadura y esa sal necesitan desarrollarse en un medio propicio, o de lo contrario correría el peligro de perder su eficacia.

14 de febrero de 2012.

Me gustaría profundizar en el aspecto del derecho a la libertad religiosa, y cómo esa libertad no está en contradicción con un Estado oficialmente católico. Habiendo en el mundo muchos países seculares y algunos países en los que se practican diferentes religiones de estado, parte de esa libertad religiosa estaría en la posibilidad de escoger cualquiera de esos países para vivir en la situación deseada. Si se quiere vivir en un país laico, poder migrar ahí; si se quiere vivir en un país musulmán, hay varios países que ofrecen esa posibilidad; si se quiere vivir en un país judío, ahí está Israel, etc.

Pero qué pasa cuando unos padres de familia quieren vivir en un ambiente libre de la influencia del relativismo, del secularismo, del agnosticismo, del ateísmo militante, para que sus hijos puedan alcanzar una formación católica completa, al menos hasta que cumplan la mayoría de edad y entonces puedan elegir entre vivir en un país católico o en cualquier otro país donde se viva la religión de su preferencia (o falta de ella).

14 de marzo de 2012.

En Estados Unidos estamos viendo que la Iglesia está siendo orillada al dilema entre actuar conforme a su propia conciencia o dejar de prestar los servicios a los que se siente llamada por la caridad (como el servicio de adopción, o los servicios médicos, etc).

21 de junio de 2012.

Cuando los gobiernos de los estados tratan de obligar a los líderes religiosos o a los creyentes a decir algo, o callar algo en contra de las convicciones de la propia fe, entonces tal parece que esos gobiernos están admitiendo que una libertad absoluta no es posible. Tal parece que se dan cuenta que si se quiere ser absoluta y radicalmente tolerantes y relativistas, entonces se tendrán que prohibir las acciones y las expresiones de los que tienen convicciones diferentes, yendo paradójicamente en contra de los mismos principios de la tolerancia.

En esto consiste la tiranía del relativismo.

Estos gobiernos que tratan de imponer a la fuerza una tolerancia intolerante hacen obvio y ponen de manifiesto lo contradictorio de la situación: a la hora en que el gobierno trata de obligar a todos a la tolerancia extrema de no decir o hacer algo que alguien pueda sentir como contrario a su punto de vista, ese mismo gobierno se pone en la situación de máxima intolerancia, dándose a sí mismo el falso derecho de decirle a todos que están equivocados. Terminando de completar el ciclo iniciado por Voltaire (voulait faire taire) al decir que "podré no estar de acuerdo con lo que dices o lo que piensas, pero estoy dispuesto a dar mi vida por defender tu derecho a expresarlo".

No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.

Cita apócrifa de Voltaire.

Para esto, habría que analizar los términos de tolerancia y de relativismo.

Parece ser que Voltaire era deísta (creía en Dios, identificándolo con la Razón, origen de todo, pero no en la Providencia).

Parece que su defensa de la tolerancia era sincera: criticaba a cristianos, judíos y musulmanes, pero no les declaraba la guerra a muerte.

Parece que no estaba en contra de la religión, sino de la jerarquía, el dogma y el fanatismo.

Los gobiernos secularistas actuales se van haciendo cada vez mas radicales en sus exigencias de imponer a los individuos su punto de vista: Si una persona o una institución opinan o enseñan que los actos homosexuales van en contra de la naturaleza humana y que dañan moralmente tanto al individuo como a la sociedad, se les acusa de "discurso de odio" (hate speech), y se les amenaza con leyes que prohíben ese tipo de expresiones. (Lo cual va en contra de la libertad de expresión). Aquí, además de ir en contra de la libertad de expresión, se está utilizando el viejo truco de descalificar mi pensamiento poniéndole un falso título: "de odio". No es verdad que los católicos odien a los homosexuales. No es verdad que los estén condenando o siquiera juzgando; simplemente están siguiendo las enseñanzas tradicionales que nos dicen que para crecer y perfeccionarse como seres humanos, hay que evitar ciertas acciones y realizar otras. Además de que lo que la Iglesia reprueba es la conducta, nunca a la persona.

Otro ejemplo de imposición radical es lo relacionado a la llamada "opción"  por el aborto. El gobierno pretende (finge) que le está dando a la mujer la libertad para decidir lo que pasa con su propio cuerpo. Pero en realidad lo que está haciendo es negarle al nonato el derecho más fundamental de todos: el derecho a la vida. Sólo Dios es el dueño de la vida (y por lo tanto de nuestros cuerpos). Lo que recibimos, lo recibimos "prestado". Y aún cuando algunas personas arguyeran que son dueñas de su propio cuerpo, no pueden argüir con razón que también son dueñas del cuerpo de otra persona que es el niño no nacido.

Es verdad que hay situaciones muy difíciles y delicadas, pero eso no justifica destruir una vida humana inocente e indefensa. Entre todos debemos pensar cómo ayudar a aquellas mujeres que se encuentran en esas situaciones difíciles y actuar en consecuencia, pero sin caer en cometer esa tremenda injusticia.

Más actos de imposición secularista: Con el pretexto de la separación de Iglesia y Estado se pretende evitar toda expresión religiosa en el ámbito social: desde los que tratan de impedir que alguien ponga un "nacimiento" a la vista de los demás (a veces se ha tratado de impedir aún tener un nacimiento dentro de la propiedad privada con el pretexto de que molesta la sensibilidad religiosa de otros), hasta querer quitar todo signo de expresión religiosa que se encuentre en público (cruces, crucifijos, estelas con los 10 mandamientos, etc.). Ya no se diga poder hablar de religión en la escuela aún cuando el currículum lo pida por razones históricas o culturales. En Italia e Irlanda, países tradicionalmente católicos, la Unión Europea ha tratado de quitar los crucifijos en escuelas y otros lugares públicos. Además de que ha tratado de imponer políticas abortistas y contraceptistas a poblaciones que por siglos han tenido una cultura y una identidad católica.

Comunidades e individuos católicos hemos perdido nuestro derecho a una identidad propia. Nos hemos convertido en ciudadanos de segunda categoría que recibimos los mendrugos que caen de la mesa de los gobiernos secularistas (que por cierto, han ocupado el poder con engaños). Nos dan permiso de existir como haciéndonos un favor. Nos miran como si fuéramos los retrasados incómodos a los que hay que pretender que toleran siempre y cuando mantengamos nuestras "extrañas ceremonias y convicciones" fuera de la vista de las personas "normales", lo más escondidas que podamos y sin tratar de influir en la acción social o política de la comunidad externa. Tal parece que vamos siendo empujados de regreso a las catacumbas donde pasemos desapercibidos como ratas de las alcantarillas.

Ante esta situación surge la pregunta: ¿debemos permitir que esto suceda? ¿Debemos ser observadores inertes del avance de una postura que a las claras se ve que está dirigida a borrar la cultura católica de la mente de las nuevas generaciones? Esos avances a veces se ven claros en la promulgación de leyes que restringen la libertad religiosa; a veces están mas bien escondidos en sutiles acciones y omisiones de los medios de comunicación (prensa, cine, TV, etc.), o en actos de gobierno o de grupos claramente anticatólicos.

Quizá suene a una teoría del complot. Pero no es así. La mayoría de las personas están inmersas en sus actividades cotidianas, en sus preocupaciones, problemas y pequeños logros. Debemos ser sencillos como palomas pero también astutos como serpientes.

30 de noviembre de 2012.

Todas esas personas que están inmersas en sus actividades cotidianas lo que tienen en mente es resolver los problemas que enfrentan día a día, proveer de seguridad y medios de subsistencia a sus familias, alcanzar metas de superación en los ámbitos profesional, intelectual, social, afectivo, moral, religioso, etc.

Sin importar sus puntos de vista religiosos, el médico musulmán trabaja para curar al paciente judío, y la trabajadora social cristiana trabaja para apoyar cuando se necesita, al cliente sikj.

A nivel individual de trabajo diario, no hay generalmente ningúna distinción por motivos religiosos, al menos en forma explícita --aunque internamente algunos desearían que los demás se convirtieran a su propia religión, o incluso, dan un poco más de preferencia a los de su propio grupo en una forma que no se note, para no causar enfrentamientos o para evitar ser acusados de discriminación.






















 

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